Todo lo que una Pequeña Valiente puede enseñarnos a través de sus maduras reflexiones
Hay personas que desprenden amor, empatía, felicidad, alegría, que las abrazarías sin más. Hay personas con las que te irías al fin el mundo sin preguntar, que las invitarías a tu casa todos los días del año. Hay personas como Elisa, nuestra Elisa. Una niña que aterrizó en Sant Joan de Déu con sólo siete meses y hoy, quince años después, lleva más de veintisiete operaciones. Una valiente con mayúsculas, una luchadora innata, una campeona. Hablar con ella es emocionarse. Da lecciones de vida y de esperanza. Hace dos semanas entró de nuevo en el quirófano. Y lo hizo como siempre, sonriendo, sin miedo, luchando. Un ejemplo.
Lo que más llama la atención de Elisa, que padece una cifoescoliosis idiopática severa infantil, es su carácter, su capacidad de hacer bueno lo malo, su optimismo. “Yo es que sinceramente pienso que todos nacemos con un carácter simbólico pero realmente te formas durante la vida y si te toca una vida dura desde pequeño al final lo aguantas todo, pero no yo, todo el mundo” argumenta sin darle importancia. Me mira, sonríe. Tiene heridas tras el sufrimiento pero las esconde, las aparca, desaparecen tras su dulce sonrisa de niña que ya empieza a ser adolescente. “El humor es importante, aunque no por eso hay que estar siempre contento, también hay que permitirse el venirse abajo a veces”, puntualiza. A ella le ha pasado muchas veces pero sabe que justo cuando tocas fondo es cuando mas fuerte has de estar para volver a levantarte.”Cuando eso pase hay que respirar hondo, volver arriba y seguir luchando”, explica.
Pese a estar enferma, siempre estaba de buen humor, me reía
Elisa es muy conocida en Sant Joan de Déu. Durante sus estancias, a veces de unos días y otras de varios meses, nunca ha pasado desapercibida. Ella, con todo lo que lleva encima, es la niña que alegra a todo el mundo, que anima a otros pequeños antes de entrar al quirófano y que incluso tranquiliza a los padres temerosos. No es de extrañar, pues, que se haya ganado el cariño de todo el personal sanitario. “Pese a estar enferma siempre estaba de buen humor, me reía”, dice Elisa cuando recuerda sus largas estancias en Sant Joan de Déu. Llega incluso a explicar que durante sus hospitalizaciones “me sentía como en mi casa, todo el mundo me daba un trato muy familiar y creo que al sentirme tan bien pues transmitía lo mismo”. No es de extrañar, pues, que no vea ni tristeza ni oscuridad cuando piensa en sus estancias en el Hospital. Al contrario. “Mis recuerdos de Sant Joan de Deú a pesar de los dolores de mis operaciones, como es normal, son los abrazos recibidos, el cariño tanto a mí como a mis padres, el trato en quirófano, la confianza con el médico... en fin muchísimas cosas que no se pueden describir, mi estancia allí la viví de manera mágica”, confiesa esta luchadora, que conserva “muy buenos amigos del Hospital”.
Y es que Elisa, que ha pasado parte de su vida en una cama que no es la suya, no le envidia nada a nadie. Y sí, ella es muy feliz. “Yo pienso que las operaciones no influyen en la felicidad de una persona. Si es verdad que en el momento te derrumbas y lo pasas mal, pero solo es un bache que debes pasar para volver a tu vida y seguir cumpliendo tus sueños que al final es la base de la felicidad”, apunta con una madurez impropia de una niña de su edad.
De mayor me imagino con una persona que me quiera por lo que soy
Elisa también ha comprobado durante su paso tantas veces por Sant Joan de Déu lo importantes que son las donaciones, tanto grandes como pequeñas; ya sean para investigación o para que un payaso acompañe a un niño al quirófano. Por este motivo, le diría a la gente que “no dude en donar porque gracias a ellos el hospital se está haciendo más grande, puede tener más recursos, y para los niños es mucho más agradable la estancia con todas las cosas que hay”. Musicoterapia, payasos, perros, talleres, escuela, investigación... Cualquier aportación es buena. “Si podéis donar no os lo penséis porque hacéis algo muy grande tanto para los niños como para el hospital”
Elisa, desde Murcia, de donde es y donde reside, sigue luchando. Y como cualquier niña de su edad también sigue soñando. Cierra los ojos y ve luz. Mucha luz. “De mayor me imagino con una persona que me quiera por lo que soy, con tres hijos preciosos y trabajando de lo que llevo queriendo ser muchos años: enfermera”. Seguro que lo conseguirá y será un ángel para todos sus pacientes.