"El acompañamiento espiritual me ayudó muchísimo en el proceso de la enfermedad de mi hijo"
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La madre de un paciente gravemente enfermo explica la labor que el Servicio de Atención Espiritual y Religiosa del Hospital Sant Joan de Déu realiza con las familias
El Hospital Sant Joan de Déu Barcelona ha consolidado, en los últimos años, un modelo innovador de acompañamiento espiritual y religioso que supone un cambio respecto al modelo de atención que imperaba hace dos décadas y que estaba dirigido exclusivamente a la población cristiana católica.
El Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER) ofrece acompañamiento espiritual a todas las familias de pacientes del Hospital, independientemente de cuáles sean sus creencias, que están viviendo una situación especialmente difícil porque su hijo padece una enfermedad muy grave o acaban de diagnosticársela. Es el caso de Esther, madre de Quim, un bebé que nació en el año 2014 con el síndrome Dandy Walker y una trisomía 9 que lo llevarían a desarrollar una hidrocefalia única en el mundo que le acabaría causando la muerte seis años después.
"Yo soy católica, pero no practicante, y creía que en estos momentos tan y tan difíciles que nos tocó vivir con Quim me entregaría a la religión... Pero no fue así. Recuerdo que al principio recibía la visita de una religiosa que, con toda la buena intención del mundo, intentaba darme consuelo, pero a mí no me ayudaba pensar que todo lo que me estaba pasando era porque Dios lo había querido así", recuerda Esther.
Un servicio orientado a la multiculturalidad
Como ella, un 40 % de las familias de pacientes tratados en el Hospital que reciben un acompañamiento espiritual no tienen convicciones religiosas. El otro 60 % restante pertenecen a religiones muy diversas. Actualmente, en el Hospital conviven pacientes chinos cristianos católicos, latinoamericanos judíos, musulmanes árabes y musulmanes persas, ortodoxos de diferentes países de Europa del Este, cristianos no católicos de África Central y también de América Latina.
Las familias que son atendidas en este servicio han sido derivadas por los profesionales asistenciales que los atienden y han detectado que están sufriendo una crisis de valores a causa de la situación que están viviendo. Las necesidades que plantean unas y otras son diversas, pero tienen en común la necesidad de recibir un acompañamiento que les permita satisfacer las necesidades de estar en paz, coherencia personal, y de tener la esperanza de trascender la limitación de la enfermedad y la muerte que podemos tener todos los seres humanos.
Esther recuerda que comenzó a recibir ayuda poco después de recibir el diagnóstico de Quim. "Todo el mundo me veía bien, pero no lo estaba. Me sentía sola, incomprendida, con un hijo enfermo... Llegué a tener pensamientos de poner fin a todo. Llegué a ir a tres psicólogos, uno de la pública y dos privados. Creo que la psicología puede resultar útil para otras personas, pero a mí no me ayudaba", explica.
Un acompañamiento diferente del abordaje psicológico
En uno de los muchos ingresos de Quim, una enfermera le presentó a un agente del Servicio de Acompañamiento Espiritual del hospital, Mario Ciccorossi. "Se me abrió el mundo. Me escuchaba, me entendía, caminaba a mi lado y me decía que todo estaba bien. No intentaba distraerme sobre el dolor que estaba sufriendo, sino que me daba la posibilidad de poder sacar todo lo que tenía dentro y, lo más importante, sin juzgarme. El acompañamiento espiritual me ayudó muchísimo en el proceso de la enfermedad de mi hijo. Me salvó", recuerda Esther.
Mario la acompañó y dio apoyo durante los últimos meses de la vida de Quim. "Fue muy difícil. Yo estaba embarazada cuando Quim murió. ¿Cómo podía acompañar a mi otro hijo, explicarle que perdía un hermano y tendría otro? ¿Cómo podía acompañar a Quim en su partida? Mario me ayudó mucho en todo esto", relata.
Él también le dio apoyo en la despedida. "Al principio queríamos hacer un ritual de celebración en unos terrenos de una amiga, con actividades para los niños, con fotos que recordaran momentos de la vida de Quim, con música... pero murió en plena pandemia y no pudo ser. Estuve hablando mucho con Mario sobre rituales de despedida y, al final, decidimos plantar un árbol en el patio de casa con sus cenizas y hacer una pequeña ceremonia con la familia. Celebramos otros rituales con amigos, con los primos...", recuerda.
Ahora Esther afronta el futuro con un cambio profesional. "Cuando tienes un hijo con una discapacidad se te rompe algo por dentro, pero cuando muere se te destroza aún más porque no tienes a tu hijo. Todo lo que ha pasado me ha cambiado mucho. Yo soy maestra, y empecé a prepararme para ser maestra de niños con discapacidad, pero he visto que no es suficiente y ahora estoy formándome para poder ofrecer ayuda espiritual a otros", concluye.