"Uno de cada tres diagnósticos que atendemos en la UTAE tienen sintomatología del espectro autista"

El origen de la UTAE es la neuropsicología como disciplina. Hace 20 años, en el Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, había algunos especialistas en neurología que estaban muy interesados en la parte más cognitiva de los niños y por esta razón acogieron a los alumnos en prácticas de la primera promoción del máster de Neuropsicología que ofrecía la Universitat Autònoma de Barcelona. En esta primera promoción del máster, coincidieron Cristina Boix, Roser Colomé y Anna López, actuales coordinadoras de la UTAE junto con Montse Guitet, neuropediatra.

A raíz de aquellas prácticas y, al ver que había mucha demanda por parte de las familias sobre las dificultades de aprendizaje, se decidió crear la Unidad de Trastornos del Aprendizaje Escolar como servicio privado del Hospital, ya no cuenta con cobertura de la sanidad pública.

Evolución de la unidad

"Al comienzo, esta unidad estaba formada por cinco profesionales, tres neuropsicólogas, una neuropediatra y una psicóloga, que pasaban consulta en el Hospital, visitando por las tardes. Poco a poco, la unidad fue creciendo de forma muy constante, tanto en personas, como en profesionales y espacio”, explica la jefa de la unidad, Anna López.

“Hace 20 años venían a la consulta niños de nueve o diez años que tenían dificultades con la lectura, se hacía el proceso diagnóstico y se determinaba que se trataba de una dislexia, por ejemplo” comenta Anna López.

Hoy hay muchos centros que ya atienden a estos de niños y la UTAE se ha especializado en los diagnósticos más complicados en pacientes que presentan varias patologías. "Todo es mucho más complejo ahora”, explica López. “Tenemos muchas consultas sobre el espectro del autismo, o sobre temas de salud mental derivados de la ansiedad o la adicción a las pantallas. Esto implica introducir más profesionales especializados, creando un equipo multidisciplinario, tanto en el seguimiento como en la entrega del informe a las familias”.

Especialistas en el trastorno del espectro del autismo (TEA) y en aprendizaje

"Uno de cada tres de los diagnósticos que atendemos al UTAE tienen sintomatología del espectro autista" comenta Anna López. “Algunas familias ya consultan a la unidad porque tienen sospechas cuando el niño es pequeño, y otros consultan por dificultades con el lenguaje o la lectura, pero lo que hay detrás son diagnósticos de autismo”.

De hecho, en la UTAE se intenta distinguir entre aquellos niños con trastornos de aprendizaje y aquellos con TEA que, por su manera de funcionar, tienen dificultades en el aprendizaje. “Esto lo diferenciamos mucho, y es muy importante hacer la exploración cognitiva para entender la razón de aquel tipo de aprendizaje, donde no hay un trastorno de aprendizaje en sí, como puede ser una dislexia o una discalculia, sino que es un trastorno del espectro autista, en el que su manera de funcionar, de entender el mundo, de aprender, hace que tenga varias dificultades. El objetivo no es añadir diagnósticos de TEA, más dislexia, más discalculia, el que intentamos es entender el niño de forma holística”, comenta López.

La importancia de las familias y los colegios

La máxima de la UTAE es atender el paciente y a su familia lo mejor posible, realizando el diagnóstico y la intervención con la máxima precisión posible. Por esta razón, incluir la familia en la intervención es básico, y a lo largo de estos años las profesionales de la unidad han visto que las familias también son un factor que determina la evolución del pronóstico. A veces, incluso primero se trata a la familia y después al niño; y, en otros casos, que son la mayoría, se intenta incluir la familia en todas las intervenciones.

Del mismo modo, es indispensable incluir a los colegios. "De hecho, al inicio de la unidad el equipo iba personalmente a la escuela a explicar el diagnóstico” explica Roser Colomé. “Piensa que no teníamos los smartphones que tenemos ahora, ni nada, cogíamos un mapa, el coche y carretera. Íbamos presencialmente, porque tú llamabas y podías decir que su alumno tenía un diagnóstico de dislexia y las respuestas eran ¿‘dis-qué?’. O la otra opción era ‘No, yo no creo en esto de la dislexia’. Por suerte, actualmente hay mucha más información accesible sobre este tipo de trastornos y sobre cómo funciona el cerebro y ya no hacen falta tantas explicaciones" comenta Colomé.