A finales de la carrera de medicina, el doctor José Hinojosa ya tenía claras dos cosas: que quería ser cirujano y que el sistema nervioso central siempre le había apasionado. Así que, dedicarse a la neurocirugía le surgió casi de forma natural. En 2018 llegó al Hospital Sant Joan de Déu Barcelona como jefe del Servicio de Neurocirugía, tras haber pasado por diversos hospitales como el Ramón y Cajal, el 12 de Octubre y el Niño Jesús, todos ellos en Madrid. Una trayectoria de más de veinte años dedicada, como le gusta señalar, a atender a los pequeños pacientes, pero también a sus familias.
¿Cuál fue el reto que te planteaste al llegar al Hospital Sant Joan de Déu?
Vine a Sant Joan de Déu atraído por la institución y por el proyecto asistencial del centro. Es importante contar con una estructura institucional que soporta el manejo de pacientes muy complicados, con unidades de referencia y de altísimo nivel en diferentes especialidades e integradas por grandes profesionales. Además, poder disponer de un soporte tecnológico que es fundamental en nuestra disciplina, que evoluciona muy rápidamente y en el que resulta más complicado cada vez mantenerse al día. Y todo esto, el Hospital Sant Joan de Déu lo tiene.
Explícanos un poco más sobre el equipo de neurocirugía que diriges.
Actualmente el equipo está formado por siete cirujanos. Para mí lo mejor es que, no solo son grandes profesionales, sino grandes personas que hacen mi trabajo muy sencillo. El equipo es especialista en todas las áreas de la neurocirugía infantil, podemos manejar toda la patología neuroquirúrgica pediátrica, lo que incluye varias subespecialidades. Aunque hay ciertas áreas en las que somos referentes a nivel mundial: la neurooncología, la cirugía funcional, donde incluimos la cirugía de la epilepsia y la estimulación cerebral profunda; las malformaciones congénitas, entre ellas la médula anclada y, también, la cirugía craneofacial.
En 2019 lograsteis por primera vez en España operar a un niño de un harmatoma mediante la técnica de ablación termal por láser ¿Qué ha supuesto para el equipo este logro?
Obviamente una gran satisfacción porque esto supone disminuir muchísimo el riesgo de secuelas para los pacientes. La ablación termal por láser es una técnica quirúrgica es poco invasiva y muy eficaz, y se utiliza principalmente para pequeños tumores y para realizar una ablación del foco, que es el origen de algunas epilepsias refractarias, aquellas que no responden a medicación. Requiere, eso sí, de una gran planificación porque involucra a muchísimos profesionales de distintas especialidades y, sin duda, requiere el esfuerzo de toda una institución que apuesta por tener todo lo necesario, tanto tecnológico como humano, para poder llevar a cabo una técnica de esta complejidad.
¿Cómo de importante está siendo la tecnología en la neurocirugía?
Es vital. Gracias a ella, hoy podemos tratar a pacientes que antes descartábamos por los riesgos de secuelas o por la dificultad técnica que suponía. Sí que es cierto que, en una intervención como la ablación termal por láser, el robot sustituye gran parte de la pericia del cirujano o cirujana, pero donde es imprescindible la destreza es en la programación previa a dicha intervención: dónde vamos a poner esa fibra milimétrica, por qué camino la vamos a hacer llegar hasta el foco, qué estructuras sanas podemos atravesar sin producir una lesión… y esto solo lo puede hacer un cirujano. Sin duda, cuanta más “biblioteca quirúrgica” tenga un cirujano en su conocimiento, mejor uso va a poder hacer de todo el avance tecnológico.
Y hablando de la importancia de la tecnología, ¿qué ha supuesto contar con una resonancia magnética intraoperatoria gracias, precisamente, a la donación de la Asociación Benéfica Anita?
Como jefe de equipo, para mí supone una gran responsabilidad. En primer lugar, desde el punto de vista de la seguridad del paciente y del equipo humano. Se trata de una herramienta insustituible por su rendimiento y eficacia, la utilización de una resonancia magnética intraoperatoria exige el cumplimiento de estrictos protocolos de seguridad. El segundo punto de responsabilidad, es ser conscientes de que debemos rentabilizar muy bien el gran esfuerzo económico que han hecho los donantes de la resonancia magnética y del nuevo bloque quirúrgico, y nuestra institución. Debemos estar al máximo nivel como equipo.
La resonancia magnética supone un antes y un después en el “arsenal terapéutico” de la neurocirugía. Nos permite realizar cirugías observando el comportamiento del cerebro en tiempo real; mejorar la extirpación de tumores y, por tanto, aumentar la supervivencia de nuestros pacientes, disminuyendo la aparición de secuelas; y confirmar la eficacia de nuestra técnica en los casos de cirugía de la epilepsia o estimulación cerebral. Es muy útil también para desarrollar proyectos de investigación en campos tan apasionantes como la oncología, la neuromodulación cerebral o las redes neuronales.
¿Cómo ves el futuro de la neurocirugía en Sant Joan de Déu?
Veo una consolidación del trabajo realizado hasta ahora, dando las mayores garantías de eficacia, eficiencia y seguridad para el paciente. El futuro de los quirófanos y la neurocirugía en particular vendrá de la mano de la inteligencia artificial: la realidad aumentada y sus derivadas son ya hoy una herramienta de desarrollo de nuestra especialidad. Mi sueño como cirujano es conseguir la igualdad en el acceso a los sistemas de salud. Que algún día todo el mundo tenga las mismas oportunidades de tratamiento y curación, independientemente del lugar en que hayan nacido.
Hoy en día, ¿qué son para ti tus pacientes?
Cuando empiezas tu profesión, muy joven, cada paciente es un “caso clínico”. Con el paso de los años esos pacientes se incorporan al libro de tu vida. Ellos y sus familias, con sus historias personales, se convierten en parte de ti. Mantengo aún el contacto con pacientes que operé hace 25 años: aquellos niños, hoy hombres y mujeres, y sus familias siguen muy presentes y es increíble seguir recibiendo sus mensajes por Navidad o en el día de mi cumpleaños. Algunos aún me escriben el día de su segundo cumpleaños: sus padres les contaron que su nueva vida comenzó el día que les operé.
En cada resonancia magnética de un paciente oncológico veo ya no solo un tumor... veo a toda una familia. Pienso antes de cada intervención cómo mis actos les van a influir el resto de sus vidas, y cómo tendré que apoyarles cuando surjan complicaciones. La cirugía no termina cuando salgo de quirófano.