Carmen Muñoz-Almagro, jefa del grupo de investigación de Enfermedades Infecciosas y Microbioma de Sant Joan de Déu y premio a la excelencia del Col·legi de Metges, explica los avances en el ámbito de las enfermedades infecciosas pediátricas y el microbioma humano.
El grupo de investigación que lidera Carmen Muñoz-Almagro estudia los microorganismos que producen una alta carga de enfermedades infecciosas en los niños. En los últimos años, Muñoz-Almagro y su equipo han dedicado gran parte de sus esfuerzos al estudio de virus y bacterias que colonizan la nasofaringe humana y tienen un comportamiento dual: en algunos pacientes no producen enfermedad o apenas tienen síntomas y, en cambio, en otros, causan enfermedades muy graves como la sepsis o la meningitis. Es el caso de la bacteria neumococo, en el que su grupo de investigación lleva trabajando en los últimos 20 años y ha publicado más de 110 artículos sobre el tema.
¿Por qué habéis centrado vuestra investigación en el neumococo?
Porque, a nivel mundial, es una de las principales causas de muerte por enfermedades infecciosas pediátricas. Aunque disponemos de vacunas muy eficaces contra neumococo, esta bacteria es capaz de desarrollar estrategias que, con el tiempo, pueden limitar la acción de la vacuna. Nuestro grupo vigila estas estrategias para adaptar las vacunas y que estas continúen protegiendo a los pacientes.
Llevamos años intentando descubrir por qué el neumococo puede desencadenar una enfermedad grave en unos pacientes, mientras que, en la mayoría, no produce apenas enfermedad. Desde la década de los noventa, realizamos la caracterización molecular de neumococos que producen enfermedad grave en nuestro territorio.
En 2008, publicamos un estudio que revelaba que el neumococo era capaz de cambiar la diana de la vacuna y eludir su acción. Este trabajo tuvo mucho impacto porque generó información muy útil para que las compañías desarrollaran nuevas vacunas más eficaces, y para que las autoridades pudieran tomar decisiones y estrategias de prevención contra esta enfermedad. Desde entonces, seguimos reportando periódicamente las adaptaciones y cambios relevantes de aspectos clínicos, epidemiológicos y microbiológicos relacionados con esta bacteria.
Vuestra labor de investigación va más allá de la caracterización molecular de las bacterias.
Sí. En nuestro afán por conocer cómo actúa el neumococo y otras bacterias que causan enfermedades infecciosas graves en niños, estudiamos también el entorno: los factores ambientales que pueden influir, el grado de inmunidad del niño y, recientemente, el "microambiente".
Es así como, en el año 2016, nos adentramos en el mundo de la microbiota gracias a las técnicas de secuenciación masiva, que nos permiten identificar todas las bacterias que colonizan el cuerpo humano. Queríamos conocer si las bacterias que conviven con neumococo en la nasofaringe podrían estar relacionadas con el cambio de comportamiento que este tiene.
Este abordaje lo hemos realizado con otros patógenos que también tienen un comportamiento dual, como son, por ejemplo, el virus del resfriado común; el rinovirus, que en la mayoría de los pacientes solo produce síntomas leves, pero en algunos puede producir enfermedad grave; el virus de la COVID-19, que en los niños se comporta de forma más benévola que en los adultos; y la bacteria Bordetella pertussis, que causa la tosferina.
¿Y qué habéis descubierto?
Que existen perfiles de microbiota nasofaríngea asociados a salud o, por el contrario, a enfermedad respiratoria. Así, en las niñas y niños sanos, su microbiota es rica y diversa en múltiples especies bacterianas, mientras que los que tienen enfermedad grave presentan una microbiota empobrecida en bacterias saludables con un predominio de bacterias patógenas muy concretas. Es como si algunas bacterias se hicieran fuertes y arrasaran con las otras.
¿Qué se puede hacer para tener una microbiota saludable?
Hemos identificado patrones comunes y pautas de estilo de vida que favorecen una microbiota saludable. La lactancia materna durante el primer año de vida es un alimento fundamental para desarrollar una microbiota rica y diversa asociada a salud. Hemos visto también que los antibióticos, en especial los de amplio espectro, son perjudiciales para nuestra microbiota. Por eso, es importante que su uso solo se realice bajo prescripción médica. Otros estudios hechos en adultos reportan la importancia de una dieta equilibrada.
¿Las vacunas favorecen una microbiota saludable?
Sin duda. Es uno de los resultados de nuestros estudios que nos parece más relevante. Las vacunas son ecológicas porque van dirigidas solo contra el microorganismo dañino, pero son respetuosas con el resto de la microbiota. Por tanto, favorecen una microbiota rica y diversa que es la que encontramos asociada a salud.
¿Cuáles son las perspectivas de futuro en este campo?
El estudio en profundidad de los microorganismos es un campo apasionante en lo que queda mucho por descubrir. La investigación de la microbiota se encuentra en una etapa muy incipiente. Estamos como si viéramos una película en blanco y negro o de cine mudo.
Las técnicas de secuenciación masiva nos han permitido descubrir numerosas bacterias de las que apenas conocíamos nada. Observamos que algunas comunidades bacterianas están asociadas a estados de salud o a enfermedad, pero todavía no sabemos por qué.
Otra limitación es que unas comunidades bacterianas nos pueden proteger de una enfermedad, pero pueden aumentar nuestro riesgo de tener otra patología.
También queremos conocer la implicación de la microbiota en enfermedades no infecciosas, como puede ser el cáncer o las enfermedades metabólicas. Por ejemplo, hay estudios realizados en adultos que relacionan el tipo de microbiota intestinal con la mejor o peor respuesta al tratamiento con inmunoterapia en pacientes con melanoma. Nosotros acabamos de iniciar un estudio para analizar la relación de la microbiota nasofaríngea e intestinal con la respuesta a la inmunoterapia en pacientes pediátricos con neuroblastoma.