“Compartir toda la información sobre la COVID-19 era uno de los puntos fundamentales del Kids Corona”
Cuatro años después de que esta enfermedad estremeciera al mundo, el doctor Juan José García, jefe del Área de Pediatría, explica cómo Kids Corona ha ayudado a comprender mejor la afectación de la COVID-19 en niños, niñas y mujeres embarazadas.
Han pasado casi cuatro años desde que empezamos a oir hablar sobre la COVID-19. Desde los comienzos de la pandemia, mediante la plataforma Kids Corona, el Hospital Sant Joan de Déu Barcelona investigó para averiguar qué efectos tenía el coronavirus sobre las niñas, los niños y las mujeres embarazadas. Esta tarea investigadora ha permitido conocer mejor el virus SARS-CoV-2 y como desarrollar tratamientos más eficientes.
El Dr. Juan José García, jefe del Àrea de Pediatria del Hospital Sant Joan de Déu, también explica cómo esta plataforma ha ofrecido datos sobre la enfermedad a equipos de investigación de todo el mundo.
¿Cómo surgió la idea de poner en marcha una plataforma como Kids Corona?
Vimos que los niños prácticamente no tenían afectación por COVID-19, cuando ya era una enfermedad que empezaba a ser un problema serio en adultos. Con el SARS-CoV-2 sucedía el revés de lo habitual en otras enfermedades respiratorias, que afecta más los niños y pasan a ser la fuente de contagio para otros sectores de la población. La pregunta a partir de la cual comenzamos el Kids Corona fue «¿pueden los niños estar protegidos naturalmente contra esta infección?». A partir de aquí empezamos a construir todas las preguntas a las cuales queríamos dar respuesta.
¿Qué fueron estas preguntas y a qué conclusiones os llevaron?
La primera pregunta que nos hicimos fue si los niños se infectaban por COVID-19. Después también nos cuestionamos si podrían transmitir la enfermedad y como se manifestaba la enfermedad y por qué acostumbraban a presentar síntomas más leves. Todo esto lo hacíamos porque a partir de aquí quizás encontrábamos respondidas con las cuales los adultos podían beneficiarse para hacer frente mejor en el SARS-CoV-2.
Hicimos una serie de estudios para dar respuesta a las preguntas y después crear una plataforma donde la sociedad y los investigadores pudieran tener datos y muestras donde pudieran acceder si querían realizar otros estudios. Esta plataforma fue Kids Corona, que ha sido un espacio donde consultar información fiable y, de hecho, recibimos unas 75.000 visitas. Abrimos también un proceso de participación donde se presentaron 5.000 personas para analizar sus síntomas.
A partir de aquí, también recogimos más de 1.500 muestras de pacientes con la enfermedad y algunas de estas —casi un 25%— han servido a investigadores de otros centros para trabajar en sus proyectos de investigación. Estos profesionales también han podido acceder al resto de datos de nuestros estudios. Compartir toda la información sobre la COVID-19 era uno de los puntos fundamentales de Kids Corona.
¿Qué destacaría de todo el equipo humano que ha trabajado a Kids Corona?
Todo el trabajo realizado con Kids Corona ha sido posible gracias al esfuerzo colaborativo de muchos investigadores, clínicos y personal de apoyo de diferentes servicios y áreas del Hospital Sant Joan de Déu y de la Fundació. Todos ellos decidieron unir esfuerzos en un proyecto muy ambicioso con el objetivo de intentar dar respuestas a la sociedad en un momento de gran incertidumbre, en que nuestra institución pensaba que tenía la obligación moral de contribuir a la generación de conocimiento.
¿Habéis colaborado con otras instituciones, incluso más allá del mismo ámbito sanitario?
Fue posible comenzar esta investigación gracias a las donaciones de instituciones como la Stavros Niarchos Foundation (SNF), el Banco de Santander y otros donantes privados, a los cuales estamos muy agradecidos.
¿Entrando más en detalle, como hicisteis la investigación para ver la incidencia de los contagios en los niños y niñas?
Para dar respuesta a la cuestión de si los niños se contagiaban de COVID-19, organizamos equipos durante el confinamiento que iban a los domicilios de los enfermos de coronavirus y vimos que los menores también se infectaban en un porcentaje similar al de los adultos. Pero, también comprobamos que la mayoría de niñas y niños la pasaban de manera asintomática o muy leve.
El segundo punto fue ver si podían diseminar la enfermedad. En patologías como la gripe, los niños actúan diseminando la enfermedad, contagiándose en la escuela y después transmitiéndola a toda la familia. Diseñamos un estudio en los casales de verano que abrieron en 2020, porque eran las infraestructuras donde iban los niños. Estos centros retomaron sus actividades con muchas medidas de seguridad —grupos burbuja, mucha higiene de manos y uso de mascarilla, actividades al aire libre... Teniendo presentes todos estos elementos, comprobamos si los niños que se contagiaban lo transmitían a su grupo y a familiares.
Con la investigación en los casales, pudimos comprobar que los niños también eran capaces de transmitir la enfermedad, a pesar de que el porcentaje de niños que la contagiaban era inferior al de los adultos. Por ejemplo, en aquellos momentos teníamos tasas de transmisión (índice R) en 2 y a los niños se situaba en el 0,3. También comprobamos que en los casales de verano donde las medidas eran más estrictas, la transmisión era mucho más baja que en aquellos que aplicaban protocolos más laxos.
¿Y estas conclusiones se pueden extrapolar a otros ámbitos donde conviven niños y adultos, como las familias?
En el ámbito intrafamiliar llegamos a conclusiones similares. En los hogares, pocas veces el niño era el principal contagiador, aquí la tasa de transmisión de los niños era de 0,46 y en el caso de los adultos era de 2,6.
También estudiamos los contagios en la práctica de actividades deportivas durante más de un año. Esta parte del proyecto la hicimos junto con las categorías formativas del FC Barcelona. Comprobamos que el deporte no aumentaba el riesgo de contagio, y los que se producían eran muy asimilables el que pasaba a otros ámbitos de la sociedad. También vimos que las disciplinas que se practicaban en interiores tenían más tendencia a transmitir la enfermedad que aquellas que se practicaban al aire libre.
¿En los primeros meses de pandemia, qué síntomas presentaban los menores de edad?
Un último punto que queríamos trabajar era por qué los niños tenían síntomas muy leves. Una de nuestras primeras hipótesis de trabajo era que quizás los niños desarrollaban una respuesta inmunitaria que confería una mayor protección ante la enfermedad. Este último punto lo pudimos comprobar. También certificamos que las reacciones inmunológicas más exageradas habitualmente se dan en los adultos —además son las que causan la sintomatología grave— y no tanto en los niños.
Los investigadores del Kids Corona vimos que el interferón tipo 1, una proteína que se produce a raíz de una infección vírica, tiene una participación fundamental en que los niños desarrollen una afección leve. En cambio, esta respuesta del interferón tipo 1 en los adultos no es tan intensa, y esta circunstancia puede propiciar que se presente una enfermedad con una sintomatología más grave.
¿Y en qué proporción se han dado casos graves de COVID-19 en niñas y niños?
El porcentaje de niños que desarrollaban síntomas graves era muy bajo, de la orden de un caso por cada 3.000 o 5.000 infecciones. Cuando nos encontrábamos un paciente de este perfil, presentaba el que se denomina síndrome inflamatorio multisistémico pediátrica (MISC). Es una forma muy rara de presentación de la COVID-19 que se produce al cabo de dos a cuatro semanas después de la aparición del coronavirus y que se asemeja a la enfermedad de Kawasaki. Es decir, comparten una fisiopatología similar, como, por ejemplo, la implicación del interferón alfa, una de las citoquinas que tiene un papel fundamental en ambas enfermedades.
La afectación de la COVID-19 en las mujeres embarazadas también ha sido uno de los pilares de trabajo de Kids Corona, ¿cuáles son las principales conclusiones sobre la afectación de la enfermedad en las gestantes?
Las gestantes también fueron uno de los grupos que podría ser especialmente vulnerable, porque pueden tener unas defensas más bajas que el resto de la población. Lo que vimos después de hacer un seguimiento a un millar de mujeres embarazadas es que, si enfermaban durante el primer trimestre del embarazo, presentaban síntomas leves. En cambio, si se contagiaban más adelante, a pesar de que mayoritariamente continuaban presentando formas leves de la COVID-19, sí que un 5% podía sufrir manifestaciones más graves del SARS-CoV-2. También pudimos comprobar que el hecho de sufrirla no incrementaba el riesgo de pérdida de la gestación ni otras complicaciones que nos preocupaban.
¿La tarea que habéis hecho a Kids Corona como puede ayudar a desarrollar tratamientos contra la COVID-19 que ayuden a toda la población?
En el momento que hemos identificado ciertos patrones de respuesta inmunitaria exagerada implicados en los cuadros graves de la enfermedad, tenemos la posibilidad de conseguir que los tratamientos sean más eficaces para evitar los cuadros más graves.
¿También habéis hecho una tarea importante sobre los efectos que tuvieron los confinamientos en la salud mental, que habéis podido averiguar?
Los confinamientos produjeron trastornos emocionales en los niños y adolescentes, como problemas con la conducta alimentaria, ansiedad, aumento del riesgo de suicidio... El confinamiento ha podido ser un desencadenante o un elemento coincidente, pero es un tema que nos ha preocupado y ahora, después de tres años, ya estamos viendo la manera de revertirlo.
Ahora con la vuelta a la normalidad, estas secuelas en salud mental relacionadas con la COVID-19 se tienen que continuar vigilando y se están poniendo recursos. En muchos casos ya había una base. Muchos problemas se manifestaron con el desconfinamiento, puede ser muchos no son solo consecuencia de la COVID-19, pero bien seguro que la enfermedad los aceleró.
¿La COVID-19 apareció hace cuatro años y hemos visto varias variantes, qué afectación específica han tenido en los niños y las embarazadas?
Las primeras variantes eran más graves, pero menos contagiosas. A medida que ha ido avanzando la pandemia, eran variantes más leves y contagiosas. Esta es la evolución habitual de los agentes infecciosos, a los virus no los interesa acabar con el huésped porque es la manera que tienen de reproducirse. Por lo tanto, es normal que salgan variantes que sean más eficientes en la transmisión y que no maten a la persona que las sufre porque la enfermedad se pueda transmitir. En el ámbito pediátrico, al comienzo prácticamente no vemos enfermedad, ahora la vemos, pero es leve.
En su momento se habló mucho de la afectación del SARS-CoV-2 en espacios muy vinculados al mundo infantil como escuelas y casales de verano, ¿qué pudisteis aclarar con vuestra investigación?
Cuanto más cerrado sea un espacio y más gente haya, existe una mayor posibilidad de contagio. Cada vez los profesionales de la medicina intentamos que se fomenten las actividades al aire libre —deportes o actividad física cada día—, que es un factor que reduce mucho el riesgo de contagio. No hay que ir cada día en la montaña, no todo el mundo lo puede hacer, pero sí que se puede ir a un parque urbano. Esta importancia de los espacios abiertos es una cuestión que las administraciones deben tener en cuenta. Básicamente, se trata de un factor más para ir a una pediatría y a una medicina más globales o, el que se llama hoy en día una salud planetaria, porque todo nos repercute, al fin y al cabo.